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Luis Iglesias

 Vida, obra y contexto

(Fragmento sobre la vida de Luis Iglesias extraído de la ponencia de Susana Vital)

 

Vida

Luis Fortunato Iglesias nace el 28 de Junio de 1915 en un pequeño poblado de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Hijo de inmigrantes españoles, su madre era analfabeta y su padre herrero. En 1935, con 20 años, la Escuela Normal de Lomas de Zamora le otorga el título de maestro e inicia su tarea en primer grado inferior  (primer grado de la escolaridad primaria en esos tiempos) en una escuela urbana. Profundo lector e inquieto docente se destaca muy rápidamente y, según el relato de Juan Jesiot, su amigo y posterior editor, es convocado en la escuela para elaborar el discurso del 25 de Mayo, fecha en la que se conmemora en Argentina la gesta emancipatoria. Este joven maestro traza un discurso fervoroso que sorprende a las autoridades conservadoras, por lo cual es “castigado” con el traslado a una escuela rancho, escuela rural precaria, situada en pleno campo a diez kilómetros del poblado. Este “correctivo” utilizado para desprenderse y castigar a este joven y díscolo maestro dio origen a la experiencia “viva” de la escuela rural Nº 11 de Tristán Suárez, “en contacto con la dura realidad campesina, realidad que confrontaba con las teorías de filósofos y pensadores que se exponían en los libros” (Jesiot s/d)
Así, este maestro entra en contacto con los niños y sus vidas en el contexto rural de estos años, con la voluntad intacta y con la principal motivación de guiarlos a “aprender a pensar” y crecer como personas útiles a sí mismas y a la sociedad. En términos del maestro: “La Escuela era aula, taller y comunidad. La idea era llamar la atención permanente de los chicos, como si fuera un imán. Si la escuela aburre, no sirve. Si no enseña a pensar, tampoco.” (Iglesias en Jesiot s/d)
Iglesias reconoce que realizó sus mejores aprendizajes con una maestra de la escuela primaria, mujer de carácter combativo y creador. Expresa asimismo que adquirió los conocimientos más relevantes en contacto con sus alumnos y con el entorno social, y señala que su constante preocupación fue hallar los mejores caminos para guiar el aprendizaje de sus alumnos de la escuela rural unitaria.
Luis Iglesias fue y es un hombre de su época, profundamente arraigado a su contexto y ese mismo arraigo es la clave que dota de sentido alternativo, transgresor y superador a su práctica. Su recorrido y propuesta fue de absoluta confianza en las posibilidades de la escuela y particularmente el valor liberador otorgado a la lectura y la escritura,  valoración que se traduce en la asunción del desafío de la enseñanza a niños que provienen del ámbito rural. Se pone de manifiesto en Iglesias, y tal vez ese sea su mayor legado, el férreo compromiso con aquellos niños de sectores más desfavorecidos, que se materializa en un planteo didáctico anclado en firmes convicciones políticas y pedagógicas.
Entre sus numerosas publicaciones, destacamos: La escuela rural unitaria (1957); Didáctica de la libre expresión (1980) y Aprendizaje vivencial de la lectura y la escritura (1987).Además de maestro, se ha desempeñado como director e inspector, profesor universitario y Consejero General de Educación. Fue asimismo fundador, codirector y director del periódico “Educación Popular”, consultor de la UNESCO del Proyecto Nicaragua, profesor titular en el  Instituto Varona (Cuba) y adjunto en el Instituto Pedagógico Latinoamérica (1992). (2) Cabe destacar finalmente que en su prolongada carrera fue distinguido con varios premios  y menciones, en el ámbito nacional e internacional.
 

Obra
 

La obra del maestro Luis Iglesias se inscribe dentro de la corriente pedagógica denominada Escuela Nueva, cuyos representantes fueron su fuente de inspiración. La característica central de esta corriente es la extensión, la vastedad y la heterogeneidad de las experiencias y propuestas así como la diversidad de las filiaciones e inscripciones intelectuales de los propulsores de las mismas. Este movimiento recogió las novedosas aportaciones científicas y representó una reacción contra la actitud especulativa del idealismo y del positivismo pedagógico, así como un rechazo al formalismo, la memorización y la competitividad, el autoritarismo y la disciplina rígida, rasgos característicos de la educación tradicional. El escolanovismo logró poner en práctica principios válidos de la teoría moderna de aprendizaje en el ámbito de la escuela y la clase, demostrando que las prácticas trasmisivas y pasivas podían cambiarse hacia un nuevo paradigma pedagógico, basado en el aprendizaje activo, cooperativo, personalizado y libre.
En Argentina, a partir de las décadas del ´20 y ´30 maestros, pedagogos e inspectores  seducidos por estos principios modernos se volcaron a realizar experiencias fuertemente diversas. Además de Luis Iglesias, podemos mencionar a Olga y Leticia Cossetini, José Rezzano y Clotilde Guillén de Rezzano entre tantos otros.  Cabe destacar además las experiencias realizadas por Jesualdo (3) en Uruguay, en su escuela de Canteras de Riachuelo (Colonia) en los años 1930-40.
La escuela rural unitaria de Luis Iglesias:
La experiencia de Luis Iglesias se desarrolla en el marco de la denominada escuela rural unitaria, en la cual un solo maestro tiene a su cargo la totalidad de los grados escolares, con una cantidad aproximada de 20 o 30 niños que transitan diferentes momentos de la escolaridad y se encuentran trabajando simultáneamente en el mismo espacio.
Así, en esta escuela es donde se manifiesta su pedagogía socialista y profundamente humanista. En este sentido, dos notas son características de la escuela rural unitaria de Iglesias: su estructuración pedagógica, que responde a los intereses más urgentes de la infancia, y la libertad de acción que en ella tienen asegurada sus transitorios moradores.
El núcleo de las propuestas de la obra del maestro Luis Iglesias, fue la modificación de la práctica escolar, propugnando vínculos educacionales más horizontales. Esto estuvo también acompañado por la oposición a la burocracia del sistema escolar, lo que hizo difícil la relación con las estructuras administrativas tanto por las alteraciones curriculares que provocaron como por las posiciones políticas de avanzada y la militancia sindical de muchos de los docentes. Ahora bien, pueden distinguirse varias posiciones teóricas y programáticas transgresoras: desde el espiritualismo estetizante con eje en el desarrollo de la creatividad, la imaginación y la personalidad libre del niño hasta declaradas posiciones positivistas, entendidas como acercamiento científico a la realidad.
 

El maestro y su contexto
 

La vida y la obra de Luis Iglesias está ligada indisociablemente con su contexto. Es posible afirmar que durante las primeras décadas del siglo XX casi todas las sociedades latinoamericanas seguían siendo en gran medida agrarias y la mayor parte de la población era campesina. Esto sucede también en Argentina, aunque allí se habían desarrollado importantes concentraciones urbanas asociadas a la actividad exportadora. Por el contrario, hacia la década del 40, la población urbana fue aumentando por diversas razones: los movimientos de población a causa de la inmigración europea, las migraciones internas de origen rural provocadas por las modificaciones en la tenencia de las tierras y la mecanización del trabajo agrícola, las consecuencias de la crisis del año 1929, el crecimiento de la producción industrial que se desarrollaba en las grandes ciudades, entre otras. En este sentido deben considerarse los efectos de la Primera Guerra Mundial, que dificultaron las importaciones de productos manufactureros lo que fue aprovechado por industriales locales y que determinó un periodo de gran expansión. Al estallar la Segunda Guerra Mundial el proceso de sustitución de importaciones hizo que la industria creciera abasteciendo un mercado cada vez más amplio.
El impacto de estos cambios económicos fue muy importante en las ciudades, modificando su fisonomía y albergando a barriadas populares, en muchos casos formadas por campesinos que se trasladaban en búsqueda de mejores horizontes de vida. Asociado a este movimiento surge el fenómeno de la ampliación de las clases medias, cuyos integrantes desarrollaban una variedad de profesiones liberales y actividades comerciales, grupos de muy diversos orígenes y condición que se caracterizaban por la búsqueda de ascenso a través de la prosperidad económica y de la educación.
Al iniciarse el siglo XX casi todas las sociedades latinoamericanas contaban con un estado centralizado y un orden institucional, sin embargo el poder era ejercido por grupos minoritarios liberales y conservadores, impidiendo el ascenso de grupos que en su mayoría provenían de capas medias de la sociedad, quienes propugnaban la democratización de los espacios de poder, bregaban por la ampliación del derecho al sufragio, la transparencia en la elecciones e intentaban conformar partidos políticos estables y democráticos. En el caso de Argentina este proceso dio lugar al acceso al gobierno del irigoyenismo en 1916.
En el año 1930 en este país se produjo un golpe de estado civil y militar que interrumpió el proceso institucional provocando un retroceso en las aspiraciones democráticas de gran parte de la sociedad argentina. El papel del ejército en la vida social había crecido desde 1901, con el servicio militar obligatorio, ampliando sus funciones de defensa hasta reprimir manifestaciones sociales de los sindicatos de izquierda durante el gobierno de Hipólito Irigoyen. Si bien el papel del ejército en este periodo resulta novedoso, algo similar ocurría con la iglesia que adquiere mayor protagonismo en la vida social y política argentina. Así, comenzó a perfilarse la idea de que ejército e iglesia representaban los valores nacionales.
En este marco, surgen propuestas educativas como las llevadas a cabo en la Provincia de Buenos Aires durante el gobierno de Manuel Fresco 1936-1940. En la misma, bajo el lema “Dios, Patria y Hogar”, se proponía la creación de una nueva escuela. La misma reforma enarboló un discurso tendiente a valorar la enseñanza de actividades prácticas y la orientación manual-agrícola.
Los pequeños chacareros de la región pampeana, ámbito en el que Iglesias desarrolló  su propuesta, sufrieron un duro golpe con la crisis del ´30 debido a la pérdida de las condiciones favorables de la década anterior para acceder a la propiedad de la tierra. Muchos ex -arrendatarios se vieron expulsados de los predios que ocupaban y engrosaron –junto con los trabajadores rurales- los grupos de migrantes hacia las ciudades. Con ello se produjo un desequilibrio poblacional y una situación de tensión social que generó la preocupación de los sectores dirigentes. En consecuencia, la prédica por reforzar el asentamiento de las familias en el campo cobró nuevo impulso. La educación en estas zonas pasó a ser revalorizada tanto en términos de brindar aprendizajes con una orientación agrícola como de generar estrategias de arraigo poblacional. Se le asignaba a la escuela una función redentora y fundamental en la construcción de la ciudadanía en el medio rural. Así, la introducción de la orientación agrícola en las escuelas de campaña se proclamaba como una necesidad impostergable para ejercer su influencia sobre la familia rural y sobre el mismo agricultor en su edad adulta. Se perseguía además el propósito de homogeneizar la población y difundir los principios de nacionalidad allí donde se proclamaban unidos al “amor a la tierra”. En cuanto a la escuela rural, se propiciaba su diversificación respecto a la urbana, fundamentalmente adaptada al medio geográfico y físico –social, “para conseguir que el niño ame la tierra donde ha nacido y se despierten en el los sentimientos que lo induzcan a arraigarse en el suelo productos” (Gutiérrez, 2007).En ese marco, era preocupante el problema del analfabetismo. En efecto, si bien un porcentaje de la población cada vez mayor era incorporado a la alfabetización, aún un grupo relativamente grande de residentes rurales no había recibido educación. La zona pampeana no escapaba a ello, razón por la cual se reivindicaba la necesidad de organizar la enseñanza primaria agrícola, para “dar a la masa rural la instrucción agraria que la arraigue a la tierra y a la urbana las aptitudes industriales que necesita” (Gutiérrez, 2007). Es en este contexto en el que se desarrolla la experiencia transgresora de Luis Iglesias en la escuela rural unitaria Nº 11 de Tristán Suárez, en el marco de las corrientes escolanovistas de la época.